domingo, 19 de diciembre de 2010

Celos.


Este país funciona a base de enchufes, por lo que no me sentí nada mal al hacer que Javi entrara en la pequeña empresa para la que trabajo, aunque bien es cierto que su currículum es de lo mejorcito que hay.

Así, Javi, el que fuera mi mejor amigo durante los años de universidad, pasó a ser mi compañero de trabajo.

Poco a poco acabamos retomando de nuevo aquella amistad de hace unos años, y no podía negarme que Javi me gustaba de verdad. Pero tampoco podía negar que mi amigo le ponía ojitos a Macarena, la becaria. Y ya sabemos todos el peligro que tienen las becarias.

Durante meses, Javi y yo íbamos al cine, a la bolera, se quedaba a cenar en mi casa o viceversa, me contaba sus penas... vamos, que pasábamos mucho tiempo juntos. En uno de esos días en los que nos quedamos a comer juntos, le vi especialmente nervioso.

-¿Estás bien, Javi? Te noto nervioso.
-Si, bueno, es que quiero comentarte una cosita.
-Pues tú dirás...
-Pues... que me gusta una chica.
-¿Macarena? - susurré, esperando con todas mis fuerzas que dijera que no.
-Eh... sí, sí, es Macarena.

Toma ya, la primera en la frente. Sentí una punzada en el estómago, luego sentí otra en los lagrimales, que anunciaban que las lágrimas estaban listas para salir, pero hice un esfuerzo sobrehumano y evité que salieran.

-Nadia, ¿pasa algo? Como te has quedado callada...
-No, no, no pasa nada. Bueno, ¿y ella siente lo mismo? - hubiera hecho un pacto con el diablo para que la respuesta fuera que no.
-No lo sé... por eso quería pedirte un favor.
-Sí, claro, tú dirás.
-Ayúdame a darle celos.

No podía ser verdad lo que estaba escuchando... ¿Tenía que ser precisamente yo la que le ayudara a ligarse a la zorra de Macarena? Ojo, que no la llamaba zorra por que fuese mi rival, sino porque alguna que otra vez la había visto merodear por la caja y, curiosamente, al día siguiente faltaba dinero. No quise delatarla, porque no tenía pruebas, pero yo sabía que había sido ella. Ya se lo había comentado alguna que otra vez a Javi, pero como el que oye llover.

Quise chillarle y decirle que estaba tonto, pero como no quería ponerle en evidencia y Javier ante todo es mi amigo, decidí ayudarle. El plan consistiría en procurar que Macarena nos viera juntos a todas horas. Y siempre felices, contentos y sobre todo, muy cariñosos.

Los días fueron pasando, y yo seguía las indicaciones de mi amigo. Por un lado estaba contenta, ya que el dichoso plan me ayudaba a estar más cerca de él, pero por otro lado, sabía que aquello era un espejismo que no llevaba a ningún lado, y eso me escocía.

Parece ser que el plan acabó dando resultado, porque Macarena, que siempre había pasado de Javi, ahora se juntaba más con él. De hecho, se habían hecho tan amigos, que apenas veía a Javier, y eso me dolía.

Un día, Javi vino a comer a casa para contarme una buena noticia: esa misma tarde había quedado con Macarena, iban al cine, y quería agradecerme mi ayuda, ya que el plan había funcionado y no lo hubiera conseguido sin mi. Le dije que no había por qué darles con tono lacónico y seguí comiendo mirando fijamente al plato.

-Nadia, ¿te pasa algo?
-No, no me pasa nada.
-¿Es que no te alegras por mí y por Macarena?
-Claro. -respondí en un todo tan poco convincente que hasta Javi se dio cuenta.
-No, no te alegras. ¿Se puede saber qué te pasa, Nadia?
-Que no me pasa nada, te digo.
-A mí no me engañas. ¿Es por lo que me dijiste de Maca?
-Que no, que no es por eso.
-Entonces admites que algo te pasa.
-Mira, vamos a dejar el tema, ¿vale? -estaba cada vez más enervada.
-No, no pienso dejarlo. A ti te pasa algo y quiero saber qué es.
-¡Que te quiero, coño!

Los dos nos quedamos mudos. Yo, porque había abierto la caja de Pandora en un arrebato tonto, y sabía lo que significaba, y él, porque el contenido de la caja le había estallado en la cara.

-Joder, Peque, hay que reconocer que declarándote eres única-dijo con su gran sonrisa.

Yo no sabía que hacer ni qué decir. Me hubiera gustado salir corriendo, pero es que aquella era mi casa. Además, huir no es la solución. “Piensa, piensa, piensa. Joder, ¿quieres decir algo coherente y no quedarte ahí como un pasmarote?”

-Lo siento, no quería chafarte el día...
-No has chafado nada, mujer. -dijo entre risas.
-¿De qué te ríes? -pregunté medio mosqueada – Yo no le veo la gracia.
-Pues yo sí... -dijo mientras las risas pasaban a ser carcajadas.
-Pues cuéntamelo, a ver si yo también me río un rato...
Es que le dije a Macarena que si podía ayudarme a darte celos, y cree me, me costó la vida que aceptara, pero más me costó que viniera a recogerme para darte celos, y debe estar al llegar. A ver quién le dice ahora, que ya habrá salido de casa, que no hace falta que venga. Me mata, Macarena me mata -dijo riéndose a carcajadas.
-¿Pero por qué hiciste todo esto, Javi?
-Pues porque el día que te dije que me gustaba Macarena, iba a decirte que me gustabas tú, pero no me atrevía, y cuando tu preguntaste si era Macarena, me acobardé y dije que sí. Y después me sirvió como plan para ver si tú sentías algo por mí o no...

Ya no aguantaba más, así que me acerqué y le callé con un beso. Fue un beso cálido, suave y sobre todo, largo. De alguna manera tenía que compensar el tiempo que llevaba esperándolo. Después de aquel beso, vino otro, y luego otro, hasta que las finas ropas de algodón pesaban como el plomo. Nuestras manos luchaban por librarnos de ellas.

Poco a poco las prendas vistieron el suelo y nosotros quedamos desnudos. Llevaba mucho tiempo deseando que pasara eso, así que no me privé de nada. Lo primero que hice fue mandarle un mensaje a Macarena desde el móvil de Javi, diciéndole que no hacía falta que viniera, y después me dediqué a besarle por todo el cuerpo. Me propuse que no quedara una sola zona de su cuerpo sin besar o lamer, así que empecé por los labios, bajé por el cuello y me escondí tras su espalda, por la que fui basando, beso a beso, hasta donde ésta pierde su honorable nombre. Javier no tenía un atractivo apabullante, pero si de algo podía estar orgulloso, era de su culito, lugar donde me quedé unos minutos.

Después bajé por sus piernas fuertes y volví a subir por ellas, volví a pasar por su espalda, me deslicé por su cuello hasta llegar a su torso desnudo, donde me quedé unos segundos para luego volver a sus piernas. De vez en cuando se me escapaba un beso que iba a parar a las ingles. Cuando ya le tuve lo suficientemente desesperado, empecé a darle besitos a su miembro, erecto e hinchado desde hacía un buen rato, para finalmente, acabar engulléndola.

Mientras mi boca subía y bajaba por su entrepierna, Javier me recogía el pelo o me acariciaba la cabeza mientras gemía. Me encantaba tenerle dentro de mi boca, y sus gemidos me alentaron un poco más, así que ya no me limitaba solamente a subir y bajar, sino que al mismo tiempo que mi lengua y mis labios recorrían todo su miembro, mis manos también ayudaban con suaves giros de muñeca.

Estaba a punto de correrse, y lo sabía, así que me hizo parar y antes de que pudiera decir nada, su boca se hundía en mi coñito, lamiéndolo, besándolo y saboreándolo. Estuvo hurgando unos minutos en mi entrepierna hasta que encontró el botoncito de encendido y creí que iba a morirme del placer, pero Javi no me dejó. A cambio, mis pechos, duros por la excitación, recibieron todo tipo de atenciones, desde la base hasta el duro pezón.

Volvía a sentir que tanto placer estaba a punto de matarme cuando Javier hundió su enorme falo dentro de mi entrepierna y dejó caer parte de su peso en mi cuerpo. Podía sentir el calor de su piel, los latidos de su corazón, su respiración agitada, su miembro entrando y saliendo de mí... me sentía en las nubes... entonces, sucedió: los espasmos me sacudían, mis propios gemidos me ensordecían y mis músculos se tensaron. Finalmente, llegué al orgasmo. Unos segundos más tarde llegaba él.

Cuando todo acabó, me recosté sobre su pecho y decidí que aquel sería mi lugar favorito.

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